jueves, 23 de febrero de 2017

lo peor es al volver

A veces se me da por pensar si yo ya era así antes de conocerte. En el fondo quiero creer que sí, que esto que veo en el espejo es lo que realmente soy y no lo que tú quisiste que fuese. De todos modos me duele ser así, has conseguido que todo en mi vida me resulte accesorio, que las cosas adquieran rápido una substancia banal, un aroma a innecesariedad. A menudo intento forzarme a imaginar cuáles eran mis términos absolutos de felicidad antes de conocerte, antes de convencerme a mí mismo de que compartir tiempo contigo debía ser el objeto último de mi existencia.

Pero al final siempre acabo preguntándome cosas sobre ti, más cosas sobre ti de las que quiero saber sobre mí mismo, como si no quisiese pedirle nada más a la vida que convertirme en tu prolongación sombreada, en aquello que ubicas en un rincón de tu vida y a lo que acudes en tiempos de necesidad esperando una acogida que te haga sentir en casa. De las cosas que más me arrancan el sueño, nada me duele más que pensar en que tú quizá creas que nunca te di lo suficiente, que no me exprimí por ti, que no te busqué, que no quise conservarte.

Siempre me recorre esa sensación asfixiante de darle vueltas a lo mismo, de sentir el poder de mi subconsciencia atrapándome en sus garras afiladas, esa subconsciencia que siempre trae tu pelo y tus ojos bien abiertos y llenos de miedo y seguridad, en ese término medio entre la vida y todo lo demás. Cuando pienso en ti me siento un asunto menor, algo que probablemente olvidarás con los otoños, y eso me gusta del mismo modo ensordecedor que me gustaba estar contigo; sintiéndome parte de mi propia existencia, dándole significado todo el tiempo porque tú lo significabas todo.

Y después de ti, y de mis incesantes retornos al hogar que construí alrededor de tu figura desmereciéndome a mí mismo, castigándome, haciéndome culpable de todo, considerándome inaceptablemente insuficiente, acabo sintiendo que no me queda nada, que no me quedo ni a mí mismo, que no me queda capacidad para amar ni para pertenecer ni para sentirme vivo. No hay nada en este jodido mundo que me asuste más que el recuerdo que me pega constantemente: el estar contigo y no pensar en las horas ni en nada que no fueses tú, algo que pronto convertí en mi inescrutable definición de vivir.

Estoy lleno de rabia. De rabia porque me habría encantado no reducirme a mí mismo al absurdo más completo. He hecho cosas por ti que me producen la más repulsiva vergüenza hacia mí mismo por ridículo, y supongo que no quiero tolerarme más en ese sentido. Quiero dejar de ser todo lo que empecé a ser contigo: una persona absorbida por el imperativo de tenerte como símbolo de la realización vital. Quiero salir de aquí y odio no quererlo de verdad. Odio querer quedarme, querer encerrarme en la misma rueda que gira sobre sí misma. 

Pero es lo que hay. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario